La Iglesia Católica ante el gran proceso de liberación de la mujer y los derechos libertarios

Foto de Polina Tankilevitch de Pexels
Foto de Polina Tankilevitch de Pexels

«Mirando este gran proceso de liberación de la mujer», se constata que ha sido un camino difícil, alguna vez «no exento de errores», pero que ha conducido a un futuro mejor para las mujeres. Estas palabras son de Juan Pablo II, que añade: «¡Es necesario continuar en este camino!». ¡Es necesario continuar en este gran camino!


El viaje de las mujeres se ha caracterizado por falsos comienzos y decepciones, así como por logros luminosos. Ha habido épocas, como la revolución industrial, en que antiguas formas de opresión fueron sustituidas por otras nuevas, y épocas en que triunfaron la inteligencia y el bien.

Hay una estrecha correspondencia entre la doctrina social católica y las necesidades de las mujeres en situación de pobreza, y las estrategias para el desarrollo, la alfabetización y la educación, el fin de la violencia contra las mujeres, la cultura de la paz y el acceso al empleo, la tierra, el capital y la tecnología. 

Sin embargo, la Iglesia Católica lamenta el individualismo exagerado que restan importancia a disposiciones fundamentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como, por ejemplo, la obligación de proporcionar «especial cuidado y asistencia» a la maternidad. Esta selectividad representa, así, un paso más en la colonización del amplio y rico lenguaje de los derechos universales, mediante un dialecto empobrecido de derechos libertarios. ¡Se puede hacer por las mujeres y las jóvenes algo más que dejarlas solas con sus propios derechos!

La Iglesia Católica denuncia que se debe hacer por las jóvenes de las naciones pobres algo más que hablar de facilitarles el acceso a la educación y a los servicios sanitarios y sociales, mientras se evita cuidadosamente cualquier compromiso concreto para dedicar a esa finalidad recursos nuevos y complementarios.

Desde luego, se puede hacer algo más que afrontar las necesidades sanitarias de las jóvenes y las mujeres, prestando una atención desproporcionada a la salud sexual y reproductiva. Además, la Iglesia Católica rechaza la aprobación social del aborto y la homosexualidad.

Para respetar la dignidad de las mujeres se debería abordar la salud de la mujer considerada en su totalidad. Para respetar la inteligencia de las mujeres se debería prestar a la alfabetización, por lo menos, tanta atención como a la fertilidad.

Juan Pablo II lo dijo muy bien: «El camino que tenemos por delante será largo y arduo; sin embargo, debemos tener la valentía de seguir ese camino, y la valentía de seguirlo hasta el final».


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española n.38 p.2.

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