La violencia contra la mujer no es sólo una cuestión de vida sino de fe

Ante la necesidad de reunir a varones y mujeres para que obren juntos por la construcción de comunidades sanadas y sanadoras, la cuestión de la violencia contra la mujer no es sólo una cuestión de vida sino de fe. Comunidad de fe, la iglesia inicia la tarea afirmando la imagen de Dios en el varón y la mujer, y afirmando que comparten la responsabilidad y el privilegio de ser custodios de toda la creación; ve en Jesús y en su solidaridad con la mujer, un modelo que todos deben seguir; ve en la efusión del Espíritu Santo sobre varones, mujeres y niños, un signo y un don divinos de reciprocidad e igualdad. Todo ello se recibe con fe en el bautismo y a través de él. Por consiguiente, la iglesia ve en la violencia contra la mujer un pecado contra la vida, al que hay que llamar por su nombre y condenar porque hace caso omiso de la imagen de Dios en la persona afectada, sea varón o mujer, niño o niña.

La Iglesia estima que cada acto de violencia contra la mujer dentro de ella, hiere el cuerpo de Cristo impidiendo fundamentalmente que sea una verdadera comunidad de varones y mujeres.

Comunidad de fe, nosotros, la Iglesia, deberíamos unirnos a los esfuerzos seculares para analizar qué lleva a un varón a ser violento, por qué las mujeres son incapaces de sustraerse del ciclo de la violencia y de qué manera la iglesia, instrumento de Dios, podría poner fin a la perpetuación de la violencia. Comunidad que influye en los valores, la iglesia tiene que dotar a hombres y mujeres a fin de que no sólo se valoren a sí mismos sino también la imagen de Dios en uno y otro.

La Iglesia en cuyo seno se comparten esperanzas y se prodigan cuidados, la iglesia, instrumento de Dios, tiene que ofrecer esperanza y alternativas de vida nueva a las víctimas, y posibilidades de arrepentimiento, reforma y enmienda a los agresores.

El pecado es un estado de servidumbre que rige y distorsiona la vida humana. Es un alejamiento de Dios que conduce a actos pecaminosos de control, abuso y violencia contra otras personas. Tales actos se justifican a menudo asumiendo que unos están llamados a dominar a otros. Por ejemplo, el versículo de Génesis 3,16 "bajo la potestad del varón estarás y el mismo te dominará", a menudo es utilizado para justificar el control del varón sobre la mujer. Pero este pasaje describe el resultado del pecado que estaba entrando en el mundo (el pecado original), y es una descripción de una humanidad caída, más que una indicación de lo que Dios tenía previsto. Esta es un estado de caída del cual Jesucristo ya nos ha redimido. La persistencia en este estado es porque no queremos aceptar la justificación otorgada por la gracia de Dios por medio de la fe recibida a través de Cristo. El acto de reconciliación de Dios no solo nos libera como personas de la servidumbre del pecado, sino también nos ayuda a ser uno en Cristo (Gal 3,28). 

La Iglesia también deben señalar los dos relatos de la creación porque las interpretaciones populares de pasajes como Génesis 3,16, han sido utilizados para someter a la mujer. Del mismo modo se utilizan Efesios 5,22-24; I Corintios 11,2-16; I Timoteo 2,9-15; Colosenses 3,18.

Medidas positivas que se pueden tomar

  • Expresar públicamente que todas las formas de violencia son un pecado porque hacen caso omiso de la imagen de Dios tanto en el perpetrador como en la víctima y que esto nunca debe ser tolerado ni excusado.
  • Informar sobre la realidad de las diversas formas de violencia contra la mujer.
  • Desarrollar políticas y prácticas para exigir responsabilidades a los perpetradores de abuso.
  • Fijar el foco en la cuestión en un tiempo preestablecido cada año; por ejemplo, un “Domingo de solidaridad con la mujer”.
  • Nombrar personal que plantee, busque soluciones y monitoree la violencia contra la mujer, por ejemplo, abriendo en la iglesia una secretaría de mujeres a tiempo completo y dotándola de los fondos necesarios.
  • Crear grupos de vigilancia que indaguen sobre las denuncias de violencia en sus comunidades.
  • Incluir la cuestión de la violencia contra la mujer en homilías, catequesis y formación.
  • Iniciar la discusión sobre esta cuestión en las instituciones eclesiásticas de educación y formación.
  • Hacer de la iglesia un lugar seguro para que las víctimas de la violencia puedan dirigirse en busca de seguridad, apoyo y sanación.
  • Ofrecer posibilidades de sanación para ambos, la víctima y el perpetrador de violencia.
  • Asegurar acciones de apoyo y colaboración con los organismos gubernamentales locales.


Bibliografía: Priscilla Singh, Churches Say "No" to Violence against Women

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