La mujer, antídoto frente al dualismo y la despersonalización

La mujer lleva grabado en su ser, de un modo más o menos explícito, un “antídoto”, podríamos decir, frente a estos dos importantes desvíos de la hora actual. Antídoto subyacente a las distintas funciones o roles que la historia y la cultura han ido demandando de ella.

La mujer, antídoto frente al dualismo

 - Lo primero que quiero destacar, se contrapone a la distorsión mencionada inicialmente: el dualismo. Hay en la mujer una mayor integración de nuestra realidad corpóreo espiritual; una mayor presencia de su persona en todo su cuerpo, de modo tal que es patente en su ser, un cuerpo transido de su persona, propiamente personal. El varón, en cambio, es más distante respecto de su cuerpo y tiende a usarlo como instrumento para su acción.


 Edith Stein (1891-1942) nos habla claramente acerca de esto:

 La relación del alma y el cuerpo no es completamente la misma (en el varón y la mujer)… por lo común la unión al cuerpo… es más íntima en la mujer… el alma de la mujer vive y está presente con mayor fuerza en todas las partes del cuerpo… en el hombre tiene más fuertemente el carácter de instrumento que le sirve en su actuación, lo cual conlleva cierto distanciamiento consigo mismo. ("Vida Cristiana de la mujer" en La Mujer).

 Julián Marías (1914-2005) se refiere también a este tema, en profunda consonancia con Stein:

 No sólo es distinto el cuerpo de uno y otra, sino que lo es la relación de cada uno con su cuerpo… la mujer tiene una relación más próxima con el propio cuerpo… Está más inmersa en su corporeidad, más afectada por ella. Algunos aspectos de la vida masculina son "neutros" respecto de su corporeidad. La mujer como tal, quiero decir la persona femenina, está siempre presente en su cuerpo, que es, en grado mayor que el del hombre -siempre se trata de grados- un cuerpo personal. (La mujer en el siglo XX)

 Esta presencia en su cuerpo, esta integración corpóreo espiritual, tiene su raíz en la radical disposición de su ser a la maternidad. Disposición bien patente en su cuerpo, pero que configura toda su persona. Su admirable potencial para engendrar y acoger una vida la requiere por entero, en cuerpo y alma, favoreciendo así la unidad. Por eso, ella tiene en sí “las llaves” para ayudar al ser humano a recuperar esa unidad sin la cual nuestra persona se quiebra y extravía.

La mujer, antídoto frente a la despersonalización

 - El segundo aspecto en el que me quiero detener, se contrapone a la tendencia centrípeta a la que conduce el género. Y arraiga también en su disposición a la maternidad, que favorece en ella, de un modo único, no solo el don y acogida del hijo, sino también de todo ser humano. 

Por ello, Juan Pablo II (1920-2005), en referencia a este punto, la honra diciendo algo grande: la mujer se halla más cerca de la verdad de la persona. Ésta, siguiendo a Gaudium et Spes 24, es definida por él de este modo:

 El ser persona significa… «Encontrar su propia plenitud»… «en la entrega sincera de sí mismo a los demás»… el hombre está llamado a existir «para» los demás, a convertirse en un don. (Mulieris Dignitatem [MD], 7)

 El “fuerte” de la mujer, sin duda, son las personas. Marías habla del conocimiento de las personas como “el gran acierto de la mujer”. Ella posee la capacidad de lograr una gran empatía con los demás, de saber leer en su corazón y ponerse en su lugar.

 Juan Pablo II enfatiza, en esta línea, que a la mujer le ha sido confiado de un modo especial el ser humano. En la introducción a Mulieris Dignitatem que realizara el entonces Cardenal Ratzinger, habla de ella como “custodia del ser humano”, en cualquier ámbito que la mujer se encuentre. Custodia tan necesaria en el despersonalizado mundo actual, en el que los criterios que priman son la utilidad y la eficiencia.

 En el prólogo a la obra de Edith Stein, La mujer, varias veces citada, Jutta Burggraf (1952-2010) sintetiza muy bien la convocatoria de nuestra autora a todas las mujeres. Stein coincide aquí, como en tantos otros puntos, con el llamado que repetidas veces les hace también Juan Pablo II.  Cito a Burggraf:

 (Las mujeres) tienen la misión de humanizar este mundo recordando que cualquier tarea técnica, científica, política, artística o mecánica está al servicio de los hombres. Las mujeres han de demostrar, en definitiva, que una persona humana vale más que todas las cosas.

 Aquí radica precisamente, según Juan Pablo II, el “genio de la mujer”:

 (En asegurar) en toda circunstancia la sensibilidad por el hombre por el hecho de ser humano. (MD 30)

 En el ser del varón subyace, obviamente, la misma verdad de la persona. Ha sido configurado también para el encuentro, la comunión, mediante el don y acogida del otro. Pero su peculiaridad, en cuanto persona masculina, Stein la encuentra en el “estar técnicamente situado” (Cfr. Valor específico de la mujer para la vida del pueblo, en La Mujer). Usa la palabra técnica en su sentido clásico, refiriéndose al obrar sobre la realidad externa, distinta de sí. 

La orientación del varón tiende a la actividad exterior, a la acción y a la realización; así como a la prestación objetiva, más que inmediatamente al ser personal. (Vida cristiana de la mujer, en La Mujer)

 Este aspecto decisivo del ser femenino, al cual nos hemos referido recién, nos permite descubrir la presencia en ella, también de un “correctivo” potencial para la segunda y más importante distorsión del género que mencionábamos más arriba, vinculada al sentido de nuestra existencia.

 Ella tiene la capacidad de revertir esa tendencia “centrípeta” -resultante también, por otra parte, de la huella que el pecado ha dejado en nosotros- y de ayudar a todo ser humano a salir al encuentro con los demás. Se encuentra particularmente dispuesta, mediante el don y la acogida, para humanizar todos los vínculos interpersonales, en cualquier situación o circunstancias en las que éstos se establezcan.

 Si ella se reconcilia consigo, con su honda especificidad, subestimada hoy con mucha frecuencia -ya que parece contrariar los criterios de utilidad y eficiencia prioritarios en la actualidad- especificidad denostada también por las corrientes que han pretendido defenderla, se encontrará fortalecida para poder, pisando firme en lo propio, encarar cualquier rol que la hora actual le demande. 


Josefina Perriaux - Seminario Mujer y Trabajo

Bibliografía de la Autora 


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